Gwendolyn Crouch ✧ Anotaciones de una Semi Veela

13 Septiembre del 1994

— ¡Gwen, vamos, es hora de comer, se te va a enfriar la comida! — Dijo en un dulce tono de voz la madre, de forma angelical y melodiosa aunque parecía algo impaciente.

La niña se presentó en el interior de la caravana, con las rodillas raspadas tras haberse caído y algunas partes de su complejo vestido de tela blanca manchada de tierra y otras grietas pues con un tejido tan ajustado le costaba moverse. Aun así la niña se hizo la loca y se sentó como si nada en la silla, comenzando a comer aquel guiso.

— Bien... Si no llegabas ya sabes que se lo pensaba dar a las gallinas, ellas no se quejan tant-... — La madre se frenó en seco, escuchó como la niña se introducía para comenzar a comer pero aún se mantuvo de espaldas mientras acomodaba algunos platos en el armario del salón-cocina. Miró de arriba a abajo como el vestido estaba maltratado. ¿Acaso Gwendolyn no podía hacer caso a una simple norma y no salir a jugar en la tierra? Era un mal menor, quizás con una simple pasada con hilo y aguja y lavar las zonas manchadas quedaría más que arreglado pero... Nadie conoce el enfado de una Veela y vive para contarlo.

Los ojos de la veela tornaron a un vivo tono ígneo y amenazantes en contraste con el impasible rostro de la hija que se limitaba a mirarla mientras masticaba el guiso de carne de conejo.

— Gwendolyn De Meath Crouch... — Dijo de forma condescendiente la madre que estaba a punto de tener un ataque de ira, ''Oh, oh'' dijo la niña para sus adentros, Gwendolyn hiciera lo que hiciera no llegaba a contentar del todo a su madre, ella misma tenía traumas en torno al abandono y rechazo, pues ser madre soltera no le resultaba fácil, no tenía ese instinto. Y pese a que simplemente quisiera que su hija no terminara como ella su forma de dejárselo claro era brusca .

— ¿Cuántas veces tengo qué repetirlo? Esto no es propio de una señorita como tú. — Se dirigía a pasos rígidos y atemorizantes hasta el respaldo de la niña, girándola con fuerza y dejando una pequeña marca en la madera de su mano flamenate que irradiaba una cantidad grande de calor, fuego mismo recorriendo su piel.

De un momento a otro apretó la cinta que ya ceñía demasiado la cintura en desarrollo de la niña, costándole el coger aire por los primeros instantes.

— Lo vas a coser tú misma, tienes que aprender a hacerlo si quiero casarte bien. — Refunfuñó, ya de forma más calmada pero no en completa serenidad, cogiéndo de una caja metálica en donde anteriormente había galletas una aguja y un hilo blanquecino, casi transparente.

Pasaron horas, no tuvo clases para hacerlo, bueno, las tuvo pero no le daba importancia, la niña en vez de atender a como tensar el tejido o como hacer crochet estaba hipnotizada por el paisaje que se veía a través de la ventana, de espíritu salvaje y aventurero, como un pájaro encerrado en una jaula.
Tardó toda una tarde en entender como reparar los daños hechos por simplemente disfrutar de su infancia pero lo consiguió, mostrándoselo a su madre con una sonrisa tensa y sarcástica para luego cuando le diera el visto bueno y se girara para volver a la actividad que está haciendo para tirarlo a la basura con completo desdén.

Gwendolyn no estaba hecha para eso, ella abriría su propia jaula.

2 De Julio del 2000

— 98... 99 y... ¡100! — Contaba la mujer cuando peinaba su cabello castaño con aquellas hebras doradas y un brillo como si los rayos del sol se posaran en los mechones de la fémina.

Siempre la misma rutina de belleza antes de acostarla, lavarle la cara con hielo, colocarle bolsitas de té de hibiscus en los ojos para evitar las ojeras y bañarla con hierbas aromatizadas para mantener aquella piel pálida e incapaz de tener imperfecciones. Pese a que fueran de escasos recursos gran parte de sus ingresos iban destinados al cuidado cosmético de la niña, al que poco a poco... Tras haberlo peleado demasiadas veces dejó de responder al mismo o enfadarse cuando llegaba la hora de los hábitos de su madre.

— ¿Ves? Ahora estás mejor, todos y cada uno de tus pelitos castaños se encuentran en su lugar, como tiene que ser. — Dijo la Veela, apoyando el mentón sobre el hombro de su hija que se reflejaba en el espejo, sonriendo mientras la miraba, satisfecha con su trabajo.

Gwendolyn respondió a la sonrisa pero para ella no varió en lo absoluto su apariencia, a sus ojos inocentes se veía prácticamente igual.
Tras eso, cedió y se fue a su cama vistiendo aquel camisón translúcido y blanquecino que llegaba hasta sus rodillas, se metió y sin decir palabra alguna apagó la llama de la lámpara de aceite.

La estrecha cama resonaba por los muelles, ya estaba desgastada como casi todo en esa caravana pero no podían aspirar a mucho más.
La suave brisa veraniega se colaba en la pequeña ventana haciendo que la cortina del cuarto de la niña volaran como la falda de un vestido de novia, la menor se limitaba a mirar callada y disfrutar en absoluta soledad del silencio de la noche y de como las luciérnagas tintineantes rondaban en la cercanía.

Su blanco camisón hacía contraste en la oscuridad y su belleza la hacía destacar en aquella nula iluminación, como si en el interior de la misma una llama alumbrara el camino.

— No me siento bien aquí... El camisón me aprieta por los hombros — Murmuró para sí misma, como si necesitara decirlo en alto aquello que resonaba por tanto tiempo en su cabeza, su madre la quería, eso era obvio pero y si tanto la quería... ¿Por qué la mantuvo cautiva en aquella sucesión de incomodidades? Tan solo tenía 11 años.

En un sepulcral silencio, sin querer aguantar más comenzó a movilizarse, haciendo apenas ruido a excepción de los tablones chirriantes del parqué y saliendo de la caravana para en las escaleras de la entrada, sentarse a admirar el descampado, entre la hierba alta encontró cierta luz misteriosa, como una llama turquesa guiándola hasta el interior del bosque, un fuego fatuo. Por las enciclopedias que solía leer cuando su madre la recluía castigada sin poder salir conocía el fenómeno, una luz verde que se eleva debido a varios compuestos que hay entre terrenos pantanosos y o cementerios. Pero nunca tuvo la suerte de apreciarlo por sus propios ojos.

Tomó la iniciativa de seguirlo, dejó de lado la ciencia y se guió por su corazón, por el instinto que la empujaba a hacerlo. Conocía que por la mitología céltica se trataba de espíritus malignos que su intención es hacer que la gente se pierda, alejándolos al interior de su perdición poco a poco.
Cuando apenas podía palparlo con los dedos desaparecía y aparecía a unos metros más de distancia, con la intención de que la siguiera a lo que la niña aventurera... Desistió.

Tras pasar sobre raíces de enormes árboles que provocaban relieves en el suelo, pequeñas colinas y un caminito de piedras sobre un riachuelo de poca profundidad... Se paró, a las entradas de unas zarzas, con espigas punzantes y afiladas, no había alternativa pues rodeaban en una esfera perfecta, una hondonada, un claro del bosque que era perfectamente iluminado por la luna llena. Ahí estaba el fuego fatuo, danzante esperando a que la niña hiciera un último esfuerzo y se adentrara hasta la X dibujada en el mapa.

Al principio se mostró dubitativa, tocando con la yema de sus dedos las espinas para comprobar el filo de estas, su fortaleza la obligaba a hacerlo, por alguna razón necesitaba hacerlo, el fuego fatuo la llamaba y ella sin saber porqué, debía responder.

Se adentró, las espinas apenas rozaron su piel, apenas unos arañazos poco profundos que serían invisibles en escasos días, como si una aguja acariciara su piel con la menor intención de hacer daño. Lo único que hicieron como si no fuera intencionado fue romper la tela del camisón, sus tejidos y que se quedara atascado en una rama hasta que mientras Gwendolyn seguía avanzando sin importarle lo más mínimo, se rompiera al completo sin que le importara lo más mínimo, continuando con su paseo trasnochador y dejándola en su camisa interior y sus cortos pantaloncitos de tela cómoda y suelta.

Una vez bajó a la hondonada la luz verdosa que la estuvo acompañando desde el primer momento se fundió entre sus dedos, esfumándose y absorbiéndose por las estrellas. Finalmente despertó de aquella ensoñación que era tan consciente, tan vívida y se tumbó en el claro del bosque hasta que sus ojos se cerraron, quedándose dormida. Libre, sin ataduras, sin su piel ceñida bajo el camisón que no era de su talla. Por primera vez desde que llegó de Hogwarts... Pudo sonreír sin que su madre se quejara de que no lo hiciera o le advirtiera de que le saldrían arrugas. Por primera vez se sintió exenta, valerosa y libre.

21 De Junio del 1996

— ¡Cumpleaños feliz! ¡Cumpleaños feliz! Te deseo Gwendolyn ¡Cumpleaños feliz! — Cantaba la progenitora mientras conducía el Renault 5 GT turbo, oxidado, con algunos arañazos y la matrícula desgastada mientras iban a una velocidad media en una carretera en donde únicamente iban ellas dos al volante.

Sopló la bandeja de dulces, hojaldres y pequeños pasteles que reposaban en su regazo, cada uno tenía una vela en la parte superior del mismo con una llama que mientras la niña movía su dedo índice de izquierda a derecha al son de la melodía de la radio el fuego la seguía el ritmo, eran manejados por ella y su hibridez. Sumergió el dedo en el merengue de uno de los pasteles para luego llevárselo a la boca. El paisaje a los laterales era llano y con plantaciones de maíz, el amarillo llenaba hasta donde llegaba la vista inundando todo de aquellas flores altas que miraban al sol.

Las vacaciones de verano llegaron de manera abrupta y rápida junto a ella los alegóricos festivales que el mundo, tanto muggle como mágico, ofrecen a sus comunidades.
Aquel viaje al que ambas chicas les esperaba con los brazos abiertos dejaba las expectativas muy altas pero aún quedaban varias horas para llegar a su destino.

Tras un silencio abrupto mientras ambas disfrutaban del asfaltado horizonte la madre se animó a hablar:

— ¿Recuerdas tu cuarto cumpleaños? Claro que no... Eras muy pequeña. — Preguntó para responder a sí misma a la pregunta, acomodando el espejo retrovisor para mirarla apreciando el reflejo de su niña sentada disfrutando de la repostería.

En verdad sí que lo recordaba, la fiesta no tanto pero los momentos antes a mostrarme al público, como quien muestra una pintura famosa, como cuando la Mona Lisa se exhibió en el museo del Louvre, custodiada sobre su propia seguridad pero con el único miedo que me manchara o algo así. Recuerdo cuanto me costó entrar en el vestido, pese a que mi cuerpo fuera esbelto y delgado mamá siempre se encargó de buscarme una talla menos a mí para lucirme, parecía un embutido al vacío.

— Sí... Me lo pasé bien.— Respondió Gwendolyn tras unos segundos rebuscando en su mente aquellos agridulces episodios.

— ¿¡Verdad?! Oh, estabas tan hermosa en ese vestido, el rosa pastel es tu color. — Su forma de decirlo era orgullosa, como si fuera un triunfo suyo. ¿Solo me veía así?

¿Detrás de mí rostro no había nada? ¿Detrás de mí solo había vacío? Quizás mi única personalidad residía en mi cara, no en mis acciones.

15 de Mayo del 2002

La sala común de los estudiantes de Slytherin otorgaba una sensación de incertidumbre y misterio con un aura verde provocaba por la marea del Lago Negro iluminando cada rincón de forma natural.

Cercana a los ventanales que la separaban del lago se abrazaba a sí misma, pensante y con su mirada fijada sobre la portada de un libro viejo. Aquel que le llamó la atención cuando entró en la biblioteca, como si fuera escrito y hecho únicamente para ella sintiéndose identificada con cada una de las palabras de cada una de las páginas.

Pasó sus dedos por el delgado y débil papel observando las anotaciones, los dibujos informativos y las recomendaciones de una Veela, incluso se molestó en marcar sus apartados favoritos con un post-it verde.

''Cómo controlar el color de nuestros ojos'' & ''Como dominar el fuego en nuestra forma humana''.

Sopló el polvo del manuscrito buscando llevar lo que relataban a la realidad, su madre siempre le quiso enseñar sobre la herencia que ella misma le pasó: el Semi Veelismo mezclado con la sangre de un poderoso mago pero ella solo se encargó de mostrarle la punta sobresaliente del iceberg. Nunca le contó sobre las harpías, sobre la historia tras las matanzas de Veelas quemadas en la hoguera o el verdadero potencial que tenían tras ese rostro canónicamente perfecto en todos los ámbitos. Quizás aquel temario resultaba obvio para el resto pero para la joven era fascinante, como descubrir un mundo ambiguo e inconstante pero al mismo tiempo estaban equilibrados por la emoción cautivadora de seguir investigándolo.
Sentó su cuerpo sobre los viejos sillones con el libro posado sobre sus muslos tomando diversas y complejas notas.

Gwendolyn quería mejorar, quería ser aquella mujer de la que redactaban en las famosas revistas, un arma de doble filo con lengua viperina, bella como los pétalos de una rosa pero cortante como sus espinas. Algún día... Gwendolyn conseguiría ser la Semi Veela más poderosa, eso lo daba por hecho.

✸